VIOLENCIA EN EL FÚTBOL
Las barra bravas: un fenómeno contagioso
Un estudio demostró que Argentina y Brasil fueron los anti-modelos del fútbol latinoamericano.
Por: Catalina Calderón
Lejos del modelo de hincha aficionado, Argentina y Brasil han exportado a distintos países de América Latina una forma de alentar a sus equipos que ha generado no más que preocupación y temor por parte de los medios y de los estados. Hinchas de países como México o Costa Rica, han sido seducidos por estas nuevas prácticas uniéndose así, al mundo de la violencia y las mafias del fútbol.
Se entiende por barra al conjunto de fanáticos de un equipo de fútbol, encargado de alentarlo durante los partidos mediante cánticos y el despliegue de banderas. Recién en 1925 surge en Argentina el primer uso del calificativo brava para referirse a estos grupos organizados que cada vez tenían más poder y generaban más temor.
En Aguafuertes Porteñas de 1931, Roberto Arlt – novelista y periodista argentino –escribe: “Son como escuadrones rufianescos, brigadas bandoleras, quintos malandrinos, barras que como expediciones punitivas siembran el terror en los estadios”.
Un estudio realizado por Nicolas Cabrera, junto a otros tres sociólogos latinoamericanos especialistas en el tema, trató de reflejar las semejanzas en las prácticas desarrolladas por los hinchas de estos cuatro países, y el surgimiento de las barras en cada uno.
En la década de 1950 en Argentina – paralelamente a Brasil – las barras surgen como una forma de expresión, de resistencia y de inclusión por parte de los jóvenes. En ese contexto fue que los jóvenes de sectores populares encontraron una vía de escape y de acción colectiva para afirmar una forma de ser. Con los años, la euforia y el fanatismo de estos grupos fue creciendo junto con la cantidad de heridos, los conflictos y la violencia que estas ocasionaban.
Ya para la década de 1980, en Argentina y Brasil, el término barra era sinónimo de violencia, mafias y pánico. En esa misma época, gracias al surgimiento de la televisión de cable, países como México y Costa Rica quedaron fascinados al ver las prácticas de los hinchas de fútbol extranjero. Vieron en ellas una forma de expresar su pasión y su amor por el club como nunca antes se habían imaginado, y comenzaron a adoptar el modelo de los hinchas sudamericanos.
Rápidamente, este espacio de expresión e inclusión se fue transformando en un escenario sangriento donde el poder, la jerarquía, las armas y los enfrentamientos fueron ocupando cada vez más lugar – ahora no solo en la cancha, sino que también fuera de ella.
Cabrera: "hubo un desplazamiento espacio-temporal
de los conflictos entre hinchadas".
Los medios de comunicación de México, aterrorizados por el surgimiento de esta nueva cultura futbolística, comenzaron a denominar este proceso como una “argentinización” de los aficionados mexicanos, quienes se habían convertido en una amenaza pública para todo el país.
Sin embargo, Nicolás Cabrera aclara: “Hechos de violencia en el fútbol hubo siempre. Sería incorrecto atribuirle esa cualidad únicamente a Argentina – o a Brasil. Lo que surgió en estos países en los 80´- y luego se expandió a otras regiones latinoamericanas en los 90´- fue lo que se denomina la nueva lógica del aguante. El aguante como concepción que legitima agresiones o acciones violentas”.
Lo que había empezado como un lugar de encuentro, como una a forma de expresar apoyo a los jugadores, se fue desvirtuando bruscamente a lo largo de los años. Y por más de que atribuirles a Brasil y Argentina completamente la culpa no sería correcto, está claro que ambos han ocupado un rol fundamental en el impulso del nuevo modelo de hincha aficionado. Fueron partícipes de construir y esparcir un gran fenómeno del fútbol: las barras. Un arma de doble filo: por un lado, aliento, apoyo y amor; por el otro, violencia, lucha, y odio. Dos caras de una misma moneda.
Las dos barras más peligrosas de América son argentinas.
Barra bravas de Argentina y México.
Crédito: Internet.